Me enseñaste el valor de valorarme, me enseñaste que los años pasan y que todo se debe decir.
Me enseñaste que dañar no es amar y que cuidar tampoco es amor.
Inocente el día en que me pregunté qué será de ti, más inocente el día en que caí en tu juego.
Ese juego que hoy me tiene anhelando estar entre tus brazos, entre tus risas y entre tu vida.
Siempre es de noche al no escuchar tu voz, al no reír con tus cosas tan simples.
A aprender que el sol cae lentamente y así mismo vamos a caer.
Aprendí a olvidar todo, simplemente estando cobijada en tus brazos.