He tomado un puñado de fuego entre mis manos.

Decidí correr riesgos, respetando espacios y aspirando, en corto plazo, a ser tu parte de cielo incompleto y de a poco convertirlo en mi universo.

Dentro de cada detalle iba en serio eso de amarnos.

Eras el respeto y orgullo, presentado ante mis sueños.

Eres el deseo impaciente, la ambiciosa calidez que rodea tu nombre, eres la capacidad creadora de luz que lidera cualquier obstáculo.

Eras el deseo completo, solo con observarte distante, descubres mis más ocultos anhelos.

Líder de tus estrellas y fuente constante de extenso apoyo.

Valoro tus defectos y los hago tan míos, ese sentido del humor tan nuestro, tu tan solo y todo esto.

Te acepto, porque si, con todo tu pasado y con nuestro incierto futuro.

Te respeto en tus silencios y exalto tus logros en cada momento, respeto y venero tus virtudes, únicas e irreemplazables.

Generas ese magnífico impulso, apoyo y miles de cambios, aun así, estando a miles de kilómetros separados.

Y a pesar de aquellas distancias, encontraremos la forma de poder caminar juntos, de sobrevivir juntos, de cuidar lo que crece y la que crecerá.

Abre tus caminos hacia mí, de modo que nadie nos pueda confundir y mucho menos haya pretextos en que nos podamos cubrir.

Dos almas no se encuentran por casualidad, ellas se esperaban toda la vida, ¿te suena familiar?